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El resultado fue una alegría para volver al ring con una victoria y un gol en casa cero; del juego, una deuda importante que entre imprecisiones y dudas no le permitió aprovechar al otro jugador que tenía desde hace casi un tiempo. Independiente ganó y nada más en la noche de Avellaneda. Fue de 1 a 0 para Atlético Tucumán para el partido de ida de la 16a final de la Copa Sudamericana. La historia abierta terminará la próxima semana en el Norte.
Lo habían atrapado rápidamente y sin salida a la vista en el cruce de Tucumán, el Rojo solo para la copa de gala de la noche trajo en negro. Ricardo Zielinski no ofreció sorpresas y planteó en el tejido de la Libertadores de América lo que mejor saben hacer sus equipos: esperar en el molde 4-4-2 y construir rivales desesperados de orden.
Lo inquietante de este comienzo desorganizado en la sala fue que él sabía que los periódicos de la fiesta iban a estar escritos en esta carta. Entre imprecisiones y falta de movilidad, Independiente tardó mucho en perforar las paredes del Atlético, que en pocos minutos intentó presionar, pero luego se retrasó.
Poco y nada había pasado hasta que una imprudencia de Yonathan Cabral en su zona acabó con un penalti sobre Federico Martínez, uno de los refuerzos del Rojo (los otros que debutaron fueron Sebastián Sosa y Lucas Rodríguez). Cabral lanzó ambos pies hacia adelante, llevó el balón, pero inmediatamente golpeó las piernas del uruguayo.
Christian Ferreyra, el árbitro, no lo dudó y tomó la falta. El goleador, Silvio Romero, no falló e hizo el 1-0. El precio fue al que estaba buscando a pesar de todo. Sin tanta conexión entre sus hombres más inquietos y con un chino Romero, que tuvo que esperar para encontrar el balón, llegó Independiente y aprovechó esta oportunidad que fue una de las pocas en la primera parte.
El Atlético volvió al ring con el marcador en contra. Tuvo que salir de la zona de confort y disfrazarse de protagonista para intentar alcanzar la paridad. Apostar, al menos, lo hizo de inmediato. Avanzando varios metros sus líneas, el decano merecía un grito que no llegó antes del final del primer acto.
Lucas Melano emuló a Gareth Bale (lucía un moño muy parecido al delantero del Tottenham) y con una volea espectacular hizo brillar a Sosa en su primera gran intervención. Javier Toledo falló otro tras un buen taco de Augusto Lotti. Y un arrebato de Fabián Monzón le dio otra oportunidad a Toledo, que aún no pudo aprovechar.
La expulsión de Ramiro Carrera, por doble amonestación, pareció allanar el camino para el Diablo. Sin embargo, tampoco sabía cómo aprovecharse de este hombre extra. El Atlético tuvo que reorganizar sus tarjetas y dejar solo a Toledo como punto para mantener las dos líneas de cuatro hombres. Aun así, Melano, el más claro de los visitantes, logró producir riesgos y volvió a complicar a Sosa con un disparo desde fuera.
Alan Velasco, el niño del que todos hablan en la Red Avellaneda, hizo que los fanáticos levantaran sus casas de la silla con cada ataque desde la izquierda. Atrevido. Batería. El joven de 18 años por el que apostó Pusineri siempre se ha enfrentado y casi ha marcado cuando tiró por la diagonal y sacó un disparo que se fue justo al costado del poste derecho del Laucha Candado.
Por otro lado, Jonathan Menéndez no puso ningún peso en la espalda de Monzón y por eso el DT decidió sacarlo para ver si Domingo Blanco cumplía esta misión: en sus dos primeras intervenciones, él se desbordó dos veces a la derecha.
La energía del Atlético, lógicamente, decayó y con uno menos, se retiró en la recta final. Pero el cansancio también se ha apoderado de Independiente, que abrazó un 1-0 que espera le dé confianza para mejorar de cara a lo que viene.
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