Colonos mordisquean el Gran Chaco, el otro gran bosque de Sudamérica
Vista aérea de un área deforestada del bosque del Gran Chaco en el norte de Argentina cerca de Juan José Castelli – Copyright AFP AHMAD GHARABLI
Nina NEGRO
Eclipsado por su hermano más prestigioso, el Amazonas, el segundo bosque más grande de América del Sur es una víctima no reconocida de 25 años de invasión progresiva por parte de la agricultura.
El bosque nativo del Gran Chaco que se extiende por un millón de kilómetros cuadrados (386.000 millas cuadradas) a lo largo de Argentina, Paraguay y Bolivia está a merced de voraces cultivos de soja y girasol, así como pastos.
Compuesto por una mezcla de arbustos espinosos secos, bosques y sabanas de palmeras, el denso bosque seco tropical contiene enormes cicatrices: vastas áreas de deforestación excavadas con alarmante regularidad.
El daño a la flora y fauna local es inconmensurable.
En algunos lugares, hasta donde alcanza la vista, los algarrobos arrancados por maquinaria pesada esperan ser removidos y utilizados como carbón, curtidor, muebles y traviesas de ferrocarril, para lo cual esta densa madera dura es particularmente apreciada.
Aquí, en el noreste de Argentina, a unos 1.100 kilómetros (685 millas) de Buenos Aires, se encuentra la frontera agrícola del país.
Es ahí donde la agroindustria exportadora, tan crucial para un país escaso de divisas, avanza en detrimento de diversas especies de fauna y flora, así como del hombre.
«Casi toda la provincia del Chaco estuvo alguna vez cubierta de bosques», dijo a la AFP Inés Aguirre, ingeniera agrónoma de la Red Agroforestal del Chaco Argentina.
“Pero cuando apareció el paquete tecnológico de soja genéticamente modificada en la década de 1990, la zona del Chaco comenzó a ser colonizada”.
– ‘Fuerte presión agrícola’ –
Dos de los principales productos de exportación de Argentina, la soja (30%) y el maíz transgénico son, al igual que los girasoles, resistentes a los climas secos, lo que les permite prosperar en la región semiárida del Chaco.
La deforestación en la región ha promediado unas 40.000 hectáreas (154 millas cuadradas) por año, llegando a veces a las 60.000 hectáreas, dijo Aguirre.
“Esto no debería suceder porque se han suspendido todas las formas de deforestación en la provincia”, dijo Noemí Cruz, coordinadora de la campaña forestal de Greenpeace, mientras recogía un puñado de tierra polvorienta de un terreno deforestado.
Sin la protección de estos árboles, “el agua se desliza por la superficie pero no penetra en el suelo durante la época de lluvias”.
El Chaco incluye un parque nacional de 128.000 hectáreas llamado El Impenetrable que está designado como “zona roja” y estrictamente protegido por la ley forestal. Pero también hay zonas «amarillas» donde se permite el turismo y la agricultura «blanda», y zonas «verdes» que son cada uno por su cuenta.
Pero esta ley no ha demostrado ser suficiente para proteger los bosques.
“Hay una fuerte presión de empresas y productores agropecuarios que quieren abrir más tierras agrícolas y hay una demanda internacional permanente de materias primas, especialmente de soya y carne vacuna”, dijo el biólogo e investigador Matías Mastrangelo, del CONICET científico y técnico nacional. Instituto de Investigación. .
En los casos de tala ilegal, una multa levemente punitiva «no desalienta el desmonte y las empresas lo tienen en cuenta como un costo más de producción».
Esto significa que la deforestación alrededor del Parque Impenetrable está afectando la rica vida silvestre que vive allí, como osos hormigueros, pecaríes, serpientes coralinas, tapires y el felino más grande del continente, el jaguar, que se encuentra en peligro de extinción en la zona y está experimentando una ambiciosa reintroducción. programa.
“Un bosque que se convierte en un campo de soja ya no puede albergar al jaguar, ni a ninguna de sus presas. La destrucción es absoluta”, dijo el biólogo Gerardo Cerón, coordinador del equipo de Rewilding Argentina que está gestionando la reintroducción del depredador.
– Grandes mamíferos en peligro –
“En el Chaco Seco probablemente estemos ante un efecto muy grave de pérdida de fauna. En particular, estamos viendo la extinción de los grandes mamíferos”, dijo la bióloga del CONICET Micaela Camino, citando como ejemplos al armadillo gigante y al pecarí de labios blancos.
“Cuando se pierde una especie, se pierde lo que es único de la especie, pero también la seguridad nutricional de las familias locales y todas las funciones que la especie cumplía en el ecosistema.
«Se pierde la capacidad de este ecosistema para sobrevivir, regenerarse y ser resistente, lo cual es muy peligroso en un clima cambiante».
No solo se caza la fauna y la flora, sino también las comunidades indígenas locales, como los wichí y los criollos que viven en el bosque.
“Lo que suele pasar es que antes de talar se violan los derechos de estas familias. Son estafados (fuera de su tierra) y obligados a abandonar sus hogares”, agregó Camino.
Aguirre dice que hay soluciones para regenerar el bosque perdido del Chaco, empezando por la replantación del algarrobo.
“El algarrobo, que es una leguminosa, produce una reacción entre la bacteria y las raíces del árbol que recompone el nitrógeno del suelo. Es asombroso, el crecimiento es asombroso”, dijo.
Pero este tipo de programas son para más adelante, por ahora la prioridad es “frenar la deforestación”.
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